La dura historia de la entrerriana que es abuela a los 33 años
Elvira fue captada y prostituida por una red de trata de la que pudo escapar. Hoy tiene un nieto y 8 hijos que sostiene sola con gran esfuerzo. Dice que su sueño es que estudien «para que sean alguien», pero no puede comprarles útiles escolares
Con Elvira, habitan la humilde casa seis de sus hijos. Apenas enfrente, en el mismo barrio 120 Viviendas de Santa Elena, está el octavo hijo, Gabriel, que ya cumplió los 18 años y vive con su abuelo, «El Pocho», de 73.
«Ella es Alma, mi hija más chica; tiene 10 meses. Y él es Yair, mi nieto, que tiene cinco meses«, presenta La Pelu a los más regalones, que están sentados en el piso, a sus pies. «Mi mamá falleció hace cinco años, fue una gran pérdida, una recaída mal», trae a su memoria la parte de la familia que le falta: «La Vicenta».
En una entrevista con La Sexta, Elvira Ortiz contó su difícil historia de vida y habló de lo que le da fuerzas para seguir, lo que necesita y lo que sueña.
–Hablemos de tu vida, de tu historia.
–Y, ¿Qué te puedo contar? Tuve una infancia dura, porque nosotros siempre la remamos desde chicos–dice en referencia a sus cinco hermanos–. Por ahí salíamos a pedir, a trabajar o hacíamos mandados en el Frigorífico, pero todo siempre honradamente. Había veces que había para comer y otras que no. También teníamos una vecina que siempre nos pasaba algo a la mañana, doña Mecha –recuerda–. Después fui creciendo, tuve mi primer hijo a los 14 años. Sufrí violencia de género de parte de mi pareja, el padre de mi hijo más grande. La pasé muy mal y me tuve que volver a Santa Elena, porque estaba viviendo en Paraná.
Golpeada, con su primer hijo en brazos, volvió a la casa de sus padres, improvisada en Los Cuarteles de Santa Elena: pequeñas habitaciones en ruinas que antes habían servido para que vivieran hombres que llegaban a la ciudad para trabajar en la emblemático Frigorífico santaelenense cuando era el segundo más grande de Latinoamérica, pero que quedaron desocupadas luego de la privatización de los noventa que le dio cierre a la principal fuente de trabajo de la región. Solían vivir familias enteras en esos cuarteles, con sus hijos y nietos hacinados, y a «La Principito», que había logrado salir de allí para probar suerte en la capital, no le quedó otra que retornar al origen.
–Después conocí a mi otra pareja, el padre de Zamira. Lamentablemente cayó detenido por una causa de homicidio y quedé sola de nuevo con mis dos hijos. Y no digo que mis hijos son errores. Le doy gracias a Dios que tenía a mi vieja que siempre me ayudó, porque nadie me tendió una mano, siempre estuve sola en todo. Y al día de hoy la remo sola, porque tengo a mi marido pero lamentablemente no tiene trabajo, hace changas por 150 o 200 pesos. Nos mantenemos con la Asignación y mi sueldo, que son 4.500 pesos al mes.
–¿En qué trabajás?
–Yo trabajo en Inspección, le doy gracias al intendente Moreyra que me dio una oportunidad y no me denigró como persona, porque hay gente que te denigra por tu pasado, y él me dio una oportunidad para que yo pudiera superarme día a día. Hasta me pagó los pasajes cuando mi hija estaba con placenta previa y teníamos que viajar a Paraná. Y ahora también me dijo que me va a poner la luz. La gestión anterior también me ayudó. Además hice muchos cursos con el señor Mario Ledesma, de Bromatología, él también me dio una oportunidad y siempre me da una mano, lo llama a mi marido para hacer las changas. Pero cuando era joven se me cerraron muchas puertas, estuve en la prostitución, me sometí a prostituirme. Entonces la gente conmigo ha tenido muchos prejuicios. Las personas a veces te denigran por tu pasado, en vez de aceptarte como sos te sacan enseguida tu pasado y eso cuesta un montón. A mis hijos mismos los discriminan hoy en día porque son ‘los hijos de’, entonces te duele mucho lo que tenés que pasar…
VÍCTIMA DE UNA RED DE TRATA
Cuando a Elvira se le pregunta qué fue lo peor que le pasó en su vida, no tiene que pensar mucho para responder.
—Lo más feo que me ha pasado en la vida es estar secuestrada en un burdel. Nunca conté esto. Era una banda de tráfico de personas. Yo tenía 18 años y ya los tenía a la Zami y al Gabriel. Vinieron y hablaron con mis viejos, supuestamente iba a trabajar en casas de familias, y yo dije: ‘Y bueno, si es un buen trabajo’… Pero me engañaron. Yo no sabía nada. Cuando llegué allá me encontré con otra historia. Me metieron a ese lugar y vivía drogada, me tenían drogada todo el tiempo y también me golpeaban.
–¿En qué lugar fue esto y cómo pudiste salir de ahí?
—Era en la ruta yendo para Paraná, antes de llegar a Las Tunas, sobre la misma ruta. Pero es mejor olvidar cosas que uno no se quiere acordar. Me escapé de ahí. Un día me ayudó un cliente de Cerrito, le hice una nota, que si me podía ayudar; él me llevó en su traffic. Yo me escapé después de que se distrajera la llavera, la ama de llaves. Y cuando me escapé lo llamaron a él amenazándolo de que le iban a matar la hija si no me entregaba, entonces ¿qué hizo él?, agarró y me pagó los pasajes y me mandó a Santa Elena. Cuando ellos se enteraron de que estaba en Santa Elena, vinieron. Yo estaba sentada en lo Galeano -un bar y despensa que quedaba al lado de Los Cuarteles- y veo que para un auto. Yo estaba esperando a un chico que justo me iba a pasar a buscar y pensé que era él. Me acerqué al auto, me pegaron un culatazo acá –La Pelu se señala la nuca– y me llevaron de vuelta.
–¿Y te volviste a escapar?
–Sí. Había una persona de acá de Santa Elena, que no voy a dar el nombre. Él que me conoció y le dije que avisara a mis hermanos. Ellos hicieron una movida y gracias a mis hermanos, me devolvieron. Pero en el trayecto de la devolución me llevaron a la Comisaría de Las Tunas. Cuando yo iba en el auto, el hombre que manejaba el burdel iba con un revólver y me decía lo que tenía que decir. Llegué a la comisaría, y ahí ya estaba confiada, me alivié, porque uno confía en las autoridades. Pero resulta que esa autoridad estaba metida en el tema del burdel. Le pagaban para que les diera seguridad. Mientras yo hablaba por teléfono, el comisario me estaba apuntando a la cabeza. Pero bueno, ese día me dejaron libre.
–¿Y qué pasó con el burdel y los que te tenían ahí?
—El tipo, a los cuatro o cinco meses de que a mí me largaron, cayó detenido por una muerte de una chica. Porque ahí había chicas que se escapaban y cuando las encontraban, las encerraban en una pieza, las drogaban y no les daban de comer como castigo.
–¿Había muchas chicas ahí además de vos?
–Sí. Ponele que eran 30 pibas, y lo que buscaban ellos eran chicas jóvenes, muy jóvenes. Me acuerdo que había una chica de Corrientes que estaba embarazada y la hacían trabajar igual. Y cuando quedabas embarazada ahí adentro del burdel te hacían el aborto o si tenías la criatura, te la hacían vender, era todo un tráfico de personas.
LO MEJOR QUE LE PASÓ EN LA VIDA
Tampoco tiene que pensarlo mucho. Cuando se le pregunta qué es lo mejor que le pasó en su vida, a esta joven abuela de 33 años se le iluminan los ojos. Y esta vez sí llora. Porque ya está curtida por cosas horribles. Porque a las lágrimas se las reserva para lo bueno, para valorar lo que siente que sí tiene y para soñar, esperanzada, con un futuro mejor.
–¿Qué es lo más lindo que te pasó en la vida y con qué soñás?
—Lo más lindo que ha me ha pasado en la vida es tener a mis hijos, que son la fuerza y mi motor para seguir adelante. Por eso mi gran sueño es estar bien con ellos, darles lo mejor que pueda. No les doy lo que se merecen porque no lo tengo, pero trato de mejorar día a día, de estar con ellos y que no les falte nada. Yo quiero que el día de mañana me digan: ‘Mami, me recibí’. Lo único que anhelo es que estudien y que el día de mañana sean alguien, que tengan la oportunidad que yo no tuve.
–¿Hasta dónde llegaste en la escuela?
–Hasta séptimo grado. Me encantaría seguir la escuela. Este año me anoté pero no tengo las pautas por el tema de mi trabajo y porque los gurises me demandan muchas cosas. Ya estoy vieja –dice entre risas.
LO QUE ELVIRA NECESITA
Uno de los objetivos de Elvira es poder comprarles a sus hijos los útiles escolares que necesitan para estudiar -para que «el día de mañana sean alguien», como repite- sin que tengan que pasar hambre. Otro, llegar a construir una habitación en su casa para que sus hijos -otra vez ellos, su prioridad-, puedan vivir más cómodamente.
—Acá en Santa Elena está muy dura la mano; con mi sueldo y la Asignación no llego a fin de mes. Yo tengo un chico celíaco y de lo que gano de la Asignación, que son 6.000 pesos ahora que vino con el aumento, 2.000 los tengo que separar solo para él. Por ahí le compro un pack de arroz y comemos eso. A veces no llego y le tengo que dar lo mismo que los hermanos y se me enferma. Y ahora cuando llega la escuela, es la escuela o comer. Yo tengo que estar pensando que si les compro los útiles van a tener que aguantar para comer –lamenta–. Y lo que más necesito ahora también es hacerles otra piecita a mis hijos para que ellos duerman, porque tienen dos camas nomás y duermen todos juntos.
Y es verdad nomás que son su motor, no se los puede sacar de la boca. Y sigue por ellos, para ellos.
—Yo siempre digo: ‘Estoy para vivir para mis hijos y mi nieto’. Si ellos me faltan, yo me muero.
Para contactarse con Elvira Ortiz: 3437528764. Su teléfono no siempre funciona. Su dirección es: Barrio 120 Viviendas, casa número 8 – 342.
Fuente: La Sexta